Caroll Patricia Terán Díazi
“(...) el nacimiento es un acto sexual que se realizaría
con la máxima gratificación del placer para las criaturas humanas,
si la sexualidad de la mujer que pare no estuviese destruida.”
Wilhelm Reich
La llegada de un nuevo ser al mundo implica una serie de connotaciones emocionales y sublimes, en donde bebe y madre conforman un vínculo mágico, que se fortalece a lo largo del desarrollo de un embarazo y que tienen su punto cumbre en el momento del parto.
Sin embargo alrededor de él, son muchos los mitos que se tejen, no en vano pesa sobre él la maldición bíblica de “parirás con dolor”, y que desencadenan tras de sí una infinidad de temores que imposibilitan el disfrute pleno de ese primer encuentro entre el/la bebé y la madre.
Múltiples estudios dan cuenta de que el parto puede encadenarse a una sensación de placer, tras el proceso de conexión de la mujer con sus sensaciones orgánicas, propias del reconocimiento pleno de su cuerpo y de los procesos que en el ocurren.
Algunos teóricos han llegado a la conclusión de que el orgasmo en el parto es un hecho corriente, y no insólito ni raro en la naturaleza de la mujer (Serrano Vincens (1972)ii; Merelo Barberá(1980)iii; Kinsey (1977)iv; Schebat (1980)v). De hecho, Choisy (1970)vi sostiene que:
El orgasmo femenino auténtico no se produce ni en el clítoris ni en la vagina. Tiene su origen en el cuello del útero, El orgasmo cérvico-uterino (...) [el cual] difiere radicalmente de todos los otros placeres en intensidad, en profundidad, en calidad, en ritmo sobre todo, en extensión. Es más difuso. Termina por abarcar el cuerpo entero.
Esta visión justifica el entendimiento que asume Casilda Rodrigañez (2009)vii quien sostiene que “el entender al parto como un acto sexual implica una aproximación a la sexualidad femenina diferente de la establecida en la dominación patriarcal que, para empezar, es exclusivamente falocéntrica” y agrega además que pese al “modelo falocrático vigente, en el siglo pasado hubo mujeres obstetras que abordaron la maternidad desde la perspectiva de la verdadera sexualidad femenina”.
Las prácticas de parto que culturas y pueblos originarios desarrollan desde tiempos ancestrales, marcan una referencia acerca de esta vivencia, un hecho, que posteriormente fue calificado por el modelo patriarcal civilizatorio como “salvaje”, pero que daba cuenta del ejercicio de conexión emocional que la madre podía alcanzar al momento de dar a luz, no sólo hacia otro ser vivo sino incluso hacia la propia pachamama.
Vale destacar, que la experiencia particular del momento del parto, sufrió un cambio radical desde mediados del siglo XIX, debido a los nuevos procesos de tecnificación de la medicina, que pasan a ubicar a la parturienta ya no en un lugar central, sino en un lugar de subordinación, en relación con los profesionales de la salud encargados, ahora, de dirigir este momento (Nari, 2004; citado por Belli, 2013)viii
De esta manera, se evidencia como por décadas el acto del nacimiento ha respondido a un proceso medicalizado, hecho que América Villegas, directora y fundadora de la organización Parir con Placer, atribuye a que “se ha pretendido ejercer el control de las mujeres en tanto reproductoras, porque lo que pasa en nuestros cuerpos durante estos procesos no es un asunto particular y privado sino público, este control se ejerce principalmente desde la medicina mediante la medicalización y reforzando las situaciones de emergencia y subordinación”.
Expertas en el área sostienen que la medicalización del parto entonces ha llegado a apropiarse de los propios procesos del cuerpo femenino, hecho que se enmarca dentro de las múltiples luchas que se batallan en torno a los derechos sexuales y derechos reproductivos de las mujeres y que buscan vindicar el poder decisorio de éstas.
Este panorama, ha propiciado procesos reflexivos en diversos escenarios estimulando la discusión en diferentes organizaciones de todo el planeta. De hecho en 1985, 1999 y 2014, la Organización Mundial de la Salud en conjunto con la Organización Panamericana de la Salud, propiciaron una serie de recomendaciones acerca de cómo debe ser abordado el proceso de parto para garantizar los derechos de lxs bebes y sus madres.
En esa línea, la Plataforma Pro Derechos del Nacimiento, propulsó desde 1999, la conmemoración, cada 7 de junio, del Día Mundial de los Derechos del Nacimiento, fecha que busca incentivar el respeto al proceso de nacimiento y los derechos de las madres y de lxs bebxs, en pro de evitar el exceso de medicalización durante el trabajo de parto y el uso de otros métodos para aliviar el dolor.
Para Rossie Cedeño, integrante de la organización Parir con Placer, el foco se sitúa en que los derechos de lxs bebes y sus madres son invisibilizados, pues no se determina al parto como un proceso natural y fisiológico en donde las mujeres son primordialmente las protagonistas. Asegura que es necesario “lograr que una mujer conozca sus procesos y tenga herramientas, basadas en los pilares de la educación prenatal, hecho que podrá propiciar que su trabajo de parto sea distinto, gracias a una acción real de empoderamiento”.
El trabajo de los diversos movimientos sociales que apoyan esta lucha, da cuenta que el empoderamiento de las mujeres en torno a sus derechos sexuales y sus derechos reproductivos, se alza como la base fundamental para que ellas se presenten preparadas emocionalmente a lo que se enfrentaran durante el trabajo de parto, en sintonía además a la transformación del modelo hiper medicalizado y del cambio de actitud del personal médico frente al parto, el cual se ha comprobado científicamente que responde a un proceso neurohormonal, vulnerable a los factores externos, hecho que invita a prestar particular atención al desarrollo del procedimiento, ya que una mirada o palabras intimidantes pueden llegar a socavar los esfuerzos de la mujer y con ello alterar el trabajo de la parturienta.
Este planteamiento se sustenta en el hecho de que la conexión parto – sexualidad se basa en una realidad en la cual están implicados los mismos órganos y las mismas hormonas, por ejemplo, la oxitocina, principal hormona responsable de las contracciones uterinas, funciona en condiciones similares al momento de un acto sexual, pero con un mayor grado de sensibilidad, y en el caso del trabajo de parto si alguien irrumpe en la habitación sin avisar, enciende luces de forma agresiva o habla de manera muy técnica, es posible que se corte el proceso (igual que ocurre durante una relación sexual) ya que su respuesta proviene de las estimulaciones del neocortex, que generan adrenalina, e inhiben el proceso, hecho sin embargo que es concientizado por el personal de salud como una falla en el parto.
Casilda Rodrigañez (2009) asegura contrariamente, que de lo que realmente se trata es de “siglos de represión sexual unidas a una información deficiente basada en el miedo lo que provoca (...) sufrimiento innecesario”.
Iracema Bravo, parte del equipo del Instituto Nacional de la Mujer e integrante de la Unidad de atención del Materno Infantil Hugo Chávez, ubicado en la parroquia El Valle, sostiene que el trabajo dentro de los centros de salud, no ha sido una lucha fácil, ya que como parte de “la violencia obstétrica ha sido naturalizado que un médico invada la privacidad de la mujer y desarrolle procedimientos sin su consentimiento, los cuales son invasivos para su salud”. Aunque sostiene que la realidad actual goza de algunos cambios.
Ello probablemente se justifica en las consideraciones de América Villegas, quien nos recuerda que David Floyd sostiene que la historia de la obstetricia se resume en la separación entre la procreación y la sexualidad, un accionar que divide a la Mujer, de la Madre, hecho que representa una visión reduccionista de las mujeres y de lo que sucede en sus cuerpos y sus órganos calificados como reproductores. De esta manera es observada meramente desde un enfoque organicista y científico, que no toma en cuenta las dimensiones de la vida y las vivencias que definen estos procesos, con lo cual el embarazo ha sido desexualizado y en donde incluso, afirma Villegas, a las mujeres en los hospitales se les llega a infantilizar.
En todo caso habrá que considerar que el trabajo en pro de un nacimiento y parto respetable, parte del reconocimiento no sólo del carácter sublime del proceso sino además de la necesidad de desmontar el sistema que ve el parto y el nacimiento únicamente de manera biológica, sin percatarse de las emociones, sensaciones y creencias que están inmersas en él y que lo humanizan, para lo cual se hace necesario desmontar el paradigma de patrón patriarcal que justamente desvaloriza el trabajo de dar a luz.
Adicionalmente, para que la mujer alcance una plena conexión con el momento durante el trabajo de parto, será necesario que en los centros de salud se tenga mayor apertura en cuanto al procedimiento, por ejemplo en relación al uso de técnicas de posición (en cuclillas, de pie, en cuatro puntos, etc.) que le permitan a la mujer al momento del parto mayores ventajas de ejecución y con ello más libertad.
En camino a dar respuesta a nuestra interrogante inicial, se hace necesario considerar la idea planteada por Rodrigañez (2009) la cual asegura que el orgasmo es un dispositivo de apertura del útero con ello se sustenta además su planteamiento de que:
Cuando el útero tiembla, irradia placer como una bombilla irradia la luz; y todo el cuerpo de la mujer va siendo invadido por la radiación, hacia abajo, hacia los muslos, y hacia arriba, el vientre, el torso, los pechos; y al igual que el imán imanta una barra de hierro, la irradiación de placer desde el útero, abarca todo el cuerpo y, en cierto sentido, lo transforma.
Bajo las ideas acá planteadas, sería claro entonces comprender que si es posible encadenar el placer al acto de parir.
La lucha parte entonces por desestructurar la visión enraizada en una sociedad donde se demoniza la sexualidad de la mujer y su deseo sexual llega a ser considerado por algunos sectores políticamente incorrecto.
Y encaminarnos a comprender finalmente que todas y todos gozamos irrestrictamente de derechos sexuales y reproductivos, hecho que en el tema que nos ocupa invita a reconocer que la maternidad se ha convertido en un campo de guerra donde a las mujeres les urge apropiarse de sus cuerpos, de sus partos, del placer y de la sexualidad.
Bibliografía
i. Investigadora con enfoque de género. Perteneciente al equipo de Comunicaciones CEDESEX.
ii. Serrano Vicens, Ramón (1972) “La sexualidad femenina”, Ediciones Júcar, Valencia; inserto en el Informe Sexual de la Mujer Española (1977). Ediciones Lyder, Madrid.
iii. Merelo Barbera, Jua (1980) “Parirás con placer”. Ediciones Kairós, Barcelona.
iv. Kinsey, Alfred citado en el Informe Sexual de la Mujer Española (1977). Ediciones Lyder, Madrid.
v. Shebat, Claude citado en Merelo Barbera, Jua (1980) “Parirás con placer”. Ediciones Kairós, Barcelona.
vi Choisy, Maryse (1970)”La guerre des sexes”. Publications Premiírs, Paris.
vii. Rodrigáñez Bustos, Casilda (2009) “Pariremos con placer. Apuntes sobre la recuperación del úteroespástico y la energía sexual femenina”. 3ra. Edición. Depósito legal: ISBN: 978-84-935141-4-3 de la primera edición realizada por Ediciones Crimentales S.L. Consultado en: https://produccioneslesbofeministas.files.wordpress.com/2011/10/pariremos-con-placer.pdf
viii. Belli, Laura F. (2013) “La violencia obstétrica: otra forma de violación a los derechos humanos”. Revista Redbioética/UNESCO, Año 4, 1 (7): 25-34, Enero - Junio ISSN 2077-9445. Consultado en:
https://www.fundacionhenrydunant.org/images/stories/biblioteca
/Derechos%20Sexuales%20y%20Reproductivos/Belli%20L%20-%20La%20violencia%20obstetrica%20otra%20forma%20de%20violacion%20
a%20los%20derechos%20humanos.pdf